Nuestro siguiente destino fue Salzburgo, en la otrora imperialísima Austria, justo al otro lado de la frontera, adonde llegamos al cabo de un recorrido de cuatro horas y media a través de 306 kms. de vía férrea en medio de paisajes preciosos en el tren EC115 que nos dejó en la estación 4:06 de la tarde, y cuyo boleto costó 71€. No teníamos muchas ganas de caminar, así que después de tomar el cafecito de rigor en la terraza de la estación mientras ojeábamos el entorno, subimos a un taxi que nos llevó al Altstadt Hotel Hofwirt en Schallmooser Hauptstraße 1, esquina con Franz-Josef Strasse, y enfrente de unas edificaciones antiguas que están prácticamente adosadas a una ladera rocosa de gran altura, que forma parte del Kapuzinerberg.
Salzburgo es la capital del estado federado homónimo. Está situada a orillas del río Salzach y prácticamente al pie de los Alpes, de ahí que su topónimo en alemán, Salzburg, significa "castillo de la sal".
En fin, estábamos en la cuna de Mozart, el genio indiscutible de la música, aquel niño prodigio que aprendió a tocar el clave a los tres años de edad y a los cinco años ya componía sus propias partituras, por eso esta pequeña ciudad aparecía en mi mapamundi con un alfiler rojo desde mi niñez, cuando leí por primera vez sobre Wolfgang Amadeus en "El mundo de los niños", una enciclopedia extraordinaria de 15 tomos editada por Salvat en los años 60. Y ya que había llegado, lo único que me interesaba era conocer su casa, sus cosas y cuanto le rodeó durante su vida en ese lugar.
Además de hurgar en la vida de mi admirado Mozart, lo mejor de estar en Salzburgo fue el reencuentro con mi amiga de la secundaria en Ciudad Bolívar, Susy Trkca, a quien frecuentaba desde hacía varios meses a través de Facebook -que para algo bueno sirve, después de todo-. No nos veíamos desde que terminamos el bachillerato -hace tantos años que para qué contarlos-, pero en cuanto nos vimos, nos despotorramos de risa en un abrazo. Siempre he sostenido que los amigos verdaderos son aquellos que hacemos durante nuestros primeros veinte años de vida, porque la simpatía, la confianza y el afecto fluyen de manera espontánea y desinteresada. Susy tenía un montón de planes para nosotras, pero el tiempo no jugaba mucho a nuestro favor, debido a que sólo estaríamos tres días en Salzburgo. Aun así, logramos hacer malabarismos con el reloj para encajar en sus horas algunos de los paseos que mi amiga había previsto.
Los hermosos y bien cuidados jardines geométricos del Palacio de Mirabell exhiben esculturas que datan de 1730. |
Callejeando por Salzburgo
Río Salzach |
Candados del amor en el puente peatonal que divide a la ciudad |
Clavicordio, uno de los instrumentos de los Mozart que aún se conserva en la Casa Natal del músico. |
Mozarteum, institución creada en 1891 como escuela de música. |
Palacio Hellbrunn (Schloss Hellbrunn)
Esta villa barroca fue construida entre 1613-1619 por el Príncipe-Arzobispo Markus Sittikus von Hohenems, y utilizada como residencia de verano únicamente durante el día, pues al atardecer su propietario siempre regresaba a su casa en la ciudad, por esa razón el palacio no tiene dormitorios.
Es famoso por sus juegos de agua -jeux d'eau- ideados por el propio Markus Sittikus, quien al parecer era un hombre con mucho sentido del humor, que disfrutaba gastando bromas a sus invitados.
Es famoso por sus juegos de agua -jeux d'eau- ideados por el propio Markus Sittikus, quien al parecer era un hombre con mucho sentido del humor, que disfrutaba gastando bromas a sus invitados.
Otro de los formidables atractivos del Palacio de Hellbrunn es el teatro musical construido en 1750, en el que se muestran figuras de madera bellamente talladas y pintadas, representativas de los oficios de la época, cuyo movimiento es operado por un mecanismo hidráulico.
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