Padova

Llegamos a Padova en pleno mediodía. Esta era la cuarta vez que visitaba la capital de la provincia del mismo nombre, porque mi devoción por San Antonio de Padua tiene, cuando menos, tres buenas razones: a) es mi alto pana (amigo especialísimo) en momentos críticos; b) impelablemente, siempre me ayuda a encontrar las cosas que pierdo; c) hace muchos años, me concedió el milagro de resolver un asunto importante, exactamente el último martes que correspondía al final de la Trecena, que consiste en hacer una oración, durante trece martes consecutivos, en la que se le pide un determinado favor.

Nos hospedamos en la Casa del Pellegrino, un hotel de dos estrellas ubicado en la via Melchiorre Cesaroti, justo enfrente de la Basílica del Santo. La habitación que nos asignaron era amplia, con dos camas muy confortables, aire acondicionado, televisor, teléfono y un baño privado rectangular impecablemente blanco, todo muy limpio y confortable. En la parte posterior hay un patio ajardinado y al lado de éste un espacio más o menos grande con suelo de piedras sueltas que sirve como parqueadero. En un local junto a la entrada del hotel sirven desayuno y durante el resto del día funciona como un bar más de la ciudad. 

En mi opinión, Padova, no obstante recibir millones de peregrinos y ser una ciudad con mucha actividad comercial, es bastante apacible, sobre todo en los alrededores del Prato della Valle, donde la inmensidad de los jardines invita a caminar al borde de los canales de agua, a echarse en la grama para dormir una siesta, leer un libro o no hacer absolutamente nada.

   

Vía Cesarotti

Basílica de San Antonio de Padua. 

En vida del Santo, en este lugar se encontraba una pequeña iglesia llamada Santa María Mater Domini. En 1229 surgió el convento de los frailes, probablemente fundado por San Antonio. Fallecido en 1231 en un convento de monjas clarisas situado al norte de Padova, su cuerpo fue trasladado y sepultado en la iglesia Santa María Mater Domini. La actual Basílica se construyó entre 1238-1310. En la Capilla del Tesoro se conservan como reliquias su lengua incorrupta, la mandíbula y los cartílagos de la laringe junto con su túnica y otros objetos.

Fachada principal de la Basílica

Claustro del General (porque allí se hallan las habitaciones del General de la Orden franciscana y de las máximas autoridades religiosas que visitan la Basílica), obra de estilo gótico realizada por  Cristóforo de Bolzano en 1435.

Al fondo, la puerta de la Biblioteca Antoniana, que data de la mitad del siglo XV y contiene más de 800 manuscritos, de los cuales al menos 600 son incunables de la época medieval, además del Código del Tesoro que recoge la obra completa de San Antonio de Padua.

Paloma monacal

Parte posterior de la Basílica

Estatua ecuestre del condottiero Erasmo de Narni, mejor conocido por Gattamelata (Gata melosa), en la Plaza del Santo. Sus herederos quisieron honrarlo y encargaron la obra a Donatello, quien la realizó en 1453. Es la primera estatua ecuestre fundida en bronce desde la época romana y la primera erigida en honor a un guerrero en el mundo moderno.

Casa en la que vivió Donatello (Donato di Niccolò di Betto Bardi),
escultor florentino quattrocentista, uno de los principales artistas del Renacimiento.

Texto de la placa: "En 1450 vivió en esta casa de la Universidad de los Juristas DONATELLO,
florentino, autor de la obra insigne donde lo sagrado y el templo de San Antonio se adornan."

Prato della Valle, es la plaza más grande de Italia y una de las más grandes de Europa, con casi 89.000 M2. En 1775 Domenico Cerato diseñó un inmenso jardín en forma ovalada con una isla central en forma elíptica denominada L'isola Memmia, en honor a su entonces propietario, Andrea Memmo, un intelectual, político y diplomático veneciano. 

El Prato della Valle está rodeada de canales y de estatuas representativas de escritores, filósofos, juristas, médicos, artistas y ciudadanos ilustres de la ciudad.

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