15/6/02

Camino de Santiago

Ninguno de los viajes que he hecho hasta ahora supera en nada la experiencia extraordinaria que viví haciendo el Camino. Las siguientes, son algunas...


Notas de mi Diario del Camino

Sábado, 15 de junio de 2002
De Madrid (en bus) a Piedrafita del Cebrero 
 
Dulce y yo salimos de la estación sur de autobuses de Méndez Álvaro, en Madrid, a las 8:15 de la mañana y llegamos a Piedrafita a las 2:00 de la tarde, descansamos un rato y partimos a pie hacia O Cebreiro, en lo que fue nuestro primer tramo de 4 kms.

Dulce es mucho más alta que yo, así que camina más rápido, porque sus pasos son más largos. Como el tramo en cuestión era pendiente arriba por una carretera de asfalto, nos llevó una hora y media, a paso tranquilo, en plan de calentamiento para lo que nos esperaba. En el trayecto, nos detuvimos a cortar un par de bordones de una rama de chopo que se había desprendido de algún árbol. Yo tallé en el mío la fecha y el punto de partida con una navaja multiuso que suelo llevar en la mochila. Durante el resto de la semana, seguiré tallando en mi rústico bordón las fechas y los sitios por donde pasemos. También llevamos nuestra credencial de peregrino, que nos sellarán en cada punto y albergue del Camino hasta Santiago de Compostela, donde recibiremos la Compostela (si culminamos exitosamente a pie nuestro Camino).

Al llegar a O Cebreiro, situado a 1300 metros sobre el nivel del mar, nos hospedamos en una posada de peregrinos que tiene buenas duchas de agua templada, baños limpios y un amplio salón donde desplegamos sobre el piso nuestros sacos de dormir. En la planta superior hay un dormitorio con varias literas, pero ya está copado por otros peregrinos que vienen andando desde lugares más distantes. La cocina es muy espaciosa y dispone de utensilios para que cada cual se prepare lo que quiera, pues los víveres se compran en una tienda de ultramarinos que hay en el pueblo.

El día estuvo despejado y algo caluroso, pero ahora son las 7:25 de la tarde y, aunque todavía hay un sol esplendoroso, sopla una brisa suave y fresca, excelente para que la ropa recién lavada se seque rápido. La experiencia de esta primera jornada está resultando maravillosa por el paisaje, el pueblito, la gente y el espíritu que anima a todos los que están en el Camino por uno u otro motivo. Hemos conocido a otros tres peregrinos, Cristina Courty, de Brasil, Luis Enrique Duréndez y Onofre Font Dardel, procedentes de Alicante, aunque el primero es manchego y el segundo mallorquí.
  
Escribo estas líneas en una colina, frente al Monte de la Cruz, hacia el poniente. Abajo, la minúscula aldea prerrománica se ve como una pintura al óleo con sus pallozas circulares con techos de paja oscura, sus casas de piedra y su iglesia de Santa María del Real, que data del siglo IX u XI (aún no se sabe con certeza), fundada por monjes benedictinos, el templo más antiguo de la ruta jacobea. Su interior es de una austeridad sobrecogedora y mística que mueve a la meditación y a la plegaria silenciosa. Esta tarde permanecí un rato allí, y de algún claustro surgían voces entonando cantos gregorianos. El templo, visto desde la entrada, tiene una talla preciosa de la Virgen de la Reina con el Niño Jesús sobre las piernas, velones rojos encendidos frente a ella y, un poco más adelante, una réplica en bronce del Santo Grial. Este lugar, enclavado en la sinuosidad de un paisaje con todos los matices del verde salpicado por el amarillo de las florecillas de la retama, debe de haber sido tan exótico en la época medieval como a mi me lo parece ahora. Algo especial, más allá de lo humano y lo mundano, impregna la atmósfera. Es un lugar perfecto para encontrarse con Dios y con uno mismo, sobre todo si se quiere ordenar los cajones del pensamiento y del corazón.

Domingo, 16 de junio de 2002
De O Cebreiro a Triacastela (24.5 kms.)

Salimos de O Cebreiro a las 7:45 de la mañana por un sendero de tierra lleno de pedruscos sueltos que descendía pronunciadamente por entre un bosque de pinos flanqueado por montañas. Atravesamos aldeas que apenas tienen dos o tres casas de labranza y ganadería, todas con establos y con vacas que llevan una campanita alrededor del pescuezo. El paisaje lo completan ermitas románicas con hermosos campanarios y hórreos de formas diversas donde se secan y almacenan los granos.

Hemos andado a través de subidas extenuantes y declinaciones que resienten las rodillas, porque hay que bajar frenando para no derrapar a causa de los pedruscos. Ya pasamos Liñares, Hospital da Condesa y Padornelo. Ahora son las 10:15 de la mañana y estamos en Alto do Poio tomando una limonada y un café con leche antes de proseguir hacia Triacastela. El paisaje está poblado de montañas extensas y vegetación boscosa, en medio de un silencio interrumpido únicamente por el canto de los pájaros.

Exhausta y adolorida por el esfuerzo, llego a Triacastela casi al mismo tiempo que mis compañeros. Me sacudo el cansancio saboreando una cerveza fría, mientras intento retener en mis pupilas la flora abundante de margaritas blancas y amarillas, de retamas silvestres, de campanitas lila, de musgo, helechos y raíces con formas increíbles que sostienen árboles centenarios. No quisiera perder el murmullo del agua que mana de las fuentes, ni los olores de la tierra húmeda recién arada, ni las imágenes de los agricultores en su faena, ni de los pastores arreando sus vacas con nombres propios -Rubia, Ronda, Luciana, Figueira-, ni de los rústicos aparejos de labranza entre tractores, mulas y bueyes. 

Al final de la jornada, veo que completé 24.5 kms. en seis horas y media, desvelándoseme una condición física hasta ahora desconocida para mi, aunque tengo ampollas en los pies. En la del talón izquierdo apliqué una Compeed que me dio Onofre; en la del derecho me practiqué una tosca microsutura con un trozo de hilo de coser empapado en Betadine, una aguja, también de coser, desinfectada con la llama de un encendedor, di un par de puntadas y le hice un nudito para que drene por ahí hasta secarse.

Como no había más que una plaza en el albergue comunitario, Dulce se quedó ahí, y Cristina y yo nos hospedamos en una posada-albergue que atiende doña Lucita con su marido. Por 7€ compartimos un dormitorio donde hay ocho literas, seis de las cuales ocupan peregrinos de otras latitudes.

En un río cercano al albergue nos remojamos los pies durante un buen rato. El agua estaba helada, y tanto, que causaba dolor, pero al mismo tiempo sentía cómo enloquecía la circulación de mi sangre y se renovaba mi energía. La misma sensación que produce la brisa fresca cuando sopla en algunos tramos sombreados del Camino y me libera del calor. Un par de veces he pensado en desistir, pero me he dado cuenta de que mi flaqueza sólo se manifiesta en las pendientes duras, así que no le haré caso y seguiré como bien pueda. No me perdonaría no llegar hasta el final. 

Esta tarde hubo misa en la iglesia del pueblo. Ofició un cura de nombre Agustín, quien pronunció un sermón muy reconfortante. La liturgia se leyó en inglés, francés, alemán, portugués, holandés, italiano y español por un peregrino de cada una de estas nacionalidades, y al final el cura impartió la bendición. Por ahora, soy la única venezolana entre toda esta gente. 

Lunes, 17 de junio de 2002
De Triacastela a Sarria (18 kms.)

Desperté a las 5:45 de la mañana. Por suerte, dormí muy bien, porque la otra noche me tocó dormir en el saco puesto sobre el suelo, ya que no quedaban literas en el refugio. Partimos a las 7:15 hacia Sarria y María Gabriela, mi amiga venezolana, apareció justo cuando enfilábamos la pendiente de salida, tal como habíamos acordado. Se incorporó hoy, porque estaba en Sevilla.

Anduvimos por un sendero bellísimo y boscoso, tupido de árboles con enormes troncos y gruesas y retorcidas raíces, completamente húmedo, a la vera de unos campos sembrados de maíz y pasto, con muchas fuentes naturales brotando en medio del follaje y manantiales prístinos donde no perdimos tiempo en descalzarnos y refrescar los pies. Vaciamos nuestras botellas y cantimploras para llenarlas de nuevo con agua de la fuente. Atravesamos aldeas apenas habitadas, por caminos donde teníamos que andar en zigzag para no pisar la bosta fresca, cuyo fuerte olor se mezclaba con el aroma de los rosales. A mis amigas les repugna el hedor de la bosta, pero a mi no.

Avanzamos a través de los campos de Lugo, delante, entre y detrás de otras gentes provenientes de distintos países, cada cual con sus particulares motivos para hacer el Camino. Nuestro grupo ha crecido, pues se han sumado Piedad Barbero, de Valladolid, Manuel Herrera y Antonio Navarro, de las Islas Canarias, Carmen Oses, de Pamplona, Jeroen Beuckels, de Bélgica, Virgina Sánchez, de León, Rogério Da Rocha, de Brasil, Alejandro Ortuño, de Murcia, y Felicidad con su esposo José Antonio, de Valdepeñas.

A la altura de Samos, casi todos nos quejamos de tener ampollas en los pies, dolores en las pantorrillas y en las coyunturas axilares debido al peso de las mochilas. A otros les duelen, además, la espalda y el cuello. Aun así, nos sentimos contentos. Después de todo, el Camino no se hace sólo por razones de fe. En mi caso, se trata, también, de una prueba de resistencia física y mental. Quiero medir mi capacidad para superar las dificultades de la marcha y mi perseverancia en el esfuerzo. Por otro lado, empiezan a surgir lazos de amistad entre nosotros, manifestaciones de buena voluntad que desplazan el egoísmo y dan paso a la humildad y a la solidaridad en el deseo de compartir tanto como sea posible con los que nos rodean.

En esta parte de la región abundan los eucaliptos y los robles, árboles éstos últimos de noble madera y frondoso ramaje que invitan a adquirir su fortaleza. ¡Ay!, pero a las 11:15 de la mañana estoy varada en Calvor, desde donde veo Sarria, a escasos 4 kms., sin posibilidad de llegar hasta ahí caminando. Tengo una fuerte tendinitis en la pantorrilla derecha y el dolor es tremendo. Cristina fue a buscar un coche que me lleve al pueblo. Mientras tanto, Luisella, del grupo de italianos que hemos bautizado “la scuadra azzurra”, ha pasado por aquí y me ha dado un poquito de ungüento de árnica. También Piedad y Manolo se detuvieron un rato, con intenciones de hacerme compañía hasta que Cristina regrese, pero les pedí que siguieran y me reservaran una litera en el albergue. Al cabo de casi una hora, Cristina llegó con una pareja de ancianos que me llevaron a Sarria en su camión cargado de heno. Ahora estoy en el albergue, que queda en la Calle Mayor, y uno de mis compañeros acaba de darme un masaje “para ciclista” con un ungüento llamado Radio Salil.

A pesar de que apenas puedo caminar, me fui con Dulce, Cristina, Luis Enrique, Onofre, Alejandro, Rogério, Virginia, Antonio, José Luis y Jeroen a ver el partido de fútbol entre Brasil y Bélgica en la bodega del río, que tiene un televisor con pantalla gigante. Armamos un gran barullo, porque tres de nuestro grupo son brasileños y el único belga es Jeroen. Brasil ganó con 2 goles a 0 en el segundo tiempo, y Jeroen insiste en que "pasó algo raro", mientras los brasileños celebran el triunfo de su equipo. Después nos fuimos a almorzar en el restaurante de una señora que, según nos contó, vivió 21 años en Venezuela, regresó a España en 1977 y aún extraña aquel país. 

Una extraña experiencia

Arrastrando mi pierna, fui a misa en la iglesia de Sarria, y cuando regresaba al refugio, desde el bar de enfrente otro peregrino me preguntó en inglés que porqué cojeaba. Le respondí y entonces me invitó a sentarme a su mesa y a extender mi pierna hacia él. Mientras se frotaba las palmas de las manos, me pidió que cerrara los ojos y me concentrara en ordenarle al dolor que saliera. Soy bastante escéptica acerca de estas cosas, pero dada mi situación, consideré que nada perdía haciendo lo que me indicaba. Él puso sus manos a ambos lados de mi pierna sin tocarla, y empezó a extraer el dolor de arriba hacia abajo, una y otra vez, lentamente, a través de su propia energía transformada en calor. Yo me concentré de tal manera, que logré ver –al menos, eso creí– cómo el dolor descendía y salía, a través del talón, como una delgada nubecilla blanca, semejante a una voluta de humo.

Mi sanador se llama Hermann, es holandés y hace el Camino con cierta frecuencia, en diferentes etapas. Su mirada es de un azul limpísimo y cuando sonríe se le ilumina el rostro. Me aconsejó que al llegar al albergue me acostara con las piernas hacia arriba y me relajara completamente. Según él, mañana podré continuar la caminata. Noté que al cruzar la calle para venir al refugio ya la pierna no me dolía.

Martes, 18 de junio de 2002
De Sarria a Portomarín (23 kms.)

Salimos de Sarria por el camino hacia Barbadelo a las 7:15 de la mañana. Caminamos tres horas y media hasta el Kilómetro 100, un hito que señala la distancia que resta de ahí hasta Santiago de Compostela, tomamos algunas fotos y proseguimos hacia Portomarín por senderos donde el paisaje cambia a medida que se avanza. Me crucé con muchos peregrinos que iban a pie y en bicicleta, incluso vi a uno que cabalgaba, a pelo, en una yegua inmensa.

Hoy caminé sola, porque iba a paso moderado, pero ya sin arrastrar la pierna, gracias a que el dolor había menguado mucho. Sin embargo, me costó bastante hacer el trecho de 2 kms., pendiente abajo y con mucha granza suelta sobre el asfalto, que hay antes de Portomarín, así que a duras penas conseguí atravesar el puente, de más de 350 mts. de largo, sobre el río Miño.

Los lugareños lo llaman “el pantano”, porque en las  profundidades del Embalse Belesar se hallan los restos de la antigua ciudad de Portomarín, impresionante de ver desde la ribera. Una vez que atravesé el puente, subí por una empinadísima escalera de piedra, pasé por debajo de un antiguo arco y de repente estaba en medio de la plaza del pueblo, rodeada de calles adoquinadas, casas y galerías de piedra, y hermosos jardines con flores de todos los colores.

Me encontré con mis amigos peregrinos en el Restaurante Pérez, ubicado frente al Cuartel de la Guardia Civil, donde juntamos mesas para sentarnos, como si fuésemos los doce apóstoles, a devorar pulpo a feira, anguilas fritas y patatas fritas con vino de la casa, y hasta vimos el partido de fútbol en el que Italia perdió vergonzosamente 1 a 2 frente a Corea. Salimos de allí haciendo coro a nuestra cantaora oficial, Piedad, y le dedicamos una serenata a una anciana bella y jovial que no dejaba de saludarnos desde el balcón cuando pasamos frente a su casa. Cantando, desafinando y bromeando, dimos un paseo por el pueblo antes de irnos a dormir, porque el albergue cierra sus puertas a las 11 de la noche. 

Miércoles, 19 de junio de 2002
De Portomarín a Palas de Rei (25 kms.)

Casi todos nos levantamos a las 5:30 de la mañana. Mientras desayunaba, me di cuenta de que el cansancio y el dolor ahora forman parte de mi cuerpo, pero no me molestan en lo absoluto. Siento una emoción intensa cada vez que tengo que emprender una nueva etapa del Camino, como si al traspasar el umbral del refugio una ráfaga de poderosa energía entrara en mis pulmones y a través de mis sentidos. Estoy convencida de que si me lo propusiera, podría recorrer el mundo entero a pie.

El trayecto hasta Palas de Rei lo hice con Gabusha y llegamos a las 6 de la tarde, después que todos los demás, pero disfrutamos muchísimo de nuestra caminata, que duró casi once horas. Nos detuvimos en varios sitios: una señora nos obsequió fresas de su huerto; otra nos permitió pasar a su casa y nos dio a probar unas lonjas deliciosas de lomo de orza que estaba preparando; en un merendero en medio del monte María Gabriela tomó sidra recién hecha y yo alegré mi espíritu con dos chupitos de vino casero.

En Palas de Rei decidimos evitar el albergue por esta noche y estamos como reinas en una pensión llamada El Curro, por la que pagamos 15€ cada una. La habitación es muy sencilla, las camas confortables y el baño está limpio. Mi pierna ha vuelto a fastidiar, adolorida en extremo. No me explico cómo sigo caminando.

Jueves, 20 de junio de 2002
De Palas de Rei a Ribadiso da Baixo (27 kms.)

Iniciamos nuestra marcha a las 8:20 de la mañana hacia Arzúa. Antes de abandonar el hostal me unté la pierna con árnica. Espero no forzarla demasiado. De todos modos, estoy dispuesta a llegar a Santiago así sea saltando en una sola pierna.

En un pueblito llamado Furelos vimos una talla de Cristo con el brazo derecho desclavado de la cruz. Está en una iglesia pequeñita, pero acogedora. Atravesamos un puente medieval sobre el río Iso y aprovechamos para refrescarnos las extremidades. El agua estaba helada y el río lleno de truchas.

Nos alojamos en un albergue estupendo, el mejor de todos en los que hemos pernoctado hasta ahora.
 
Viernes, 21 de junio de 2002
De Ribadiso da Baixo a Monte do Gozo (35 kms.)

Estamos en la última etapa de nuestro Camino. Hoy planeamos llegar a Santiago, de manera que nos despertamos muy temprano y desayunamos abundantemente, porque nos espera un trayecto de aproximadamente 40 kms. No sé cómo rayos lo haré, pero confío en Dios en que pueda lograrlo. Luis Enrique se ha ofrecido a acompañarme, por si acaso necesito auxilio. Es una etapa muy larga y difícil. Me da miedo malograr mi pierna obligándola a un esfuerzo excesivo, tal y como está.

El grupo, que iba bastante más adelante de nosotros, nos esperaba en Monte do Gozo, donde hay un enorme albergue que cuenta con todos los servicios de un buen hotel. Es una maravilla que también haya señal en mi móvil para llamar a mi familia en Venezuela. 

Desde este lugar se ven, a lo lejos, las altas torres de la Catedral de Santiago de Compostela. ¡No puedo creer que he llegado hasta aquí caminando! Me siento como una campeona. 

Sábado, 22 de junio de 2002
De Monto do Gozo a Santiago de Compostela (5 kms.)

Dormimos hasta un poquito más tarde, porque Santiago está prácticamente a la vuelta de la esquina. Desayuné opíparamente y sin remordimiento. Llegamos todos juntos ante la Catedral cerca de las 11 de la mañana y es indescriptible la emoción que cada uno de nosotros sintió. Hubo risas, lágrimas, besos, abrazos, fotos y más fotos. 

Después atravesamos la Plaza del Obradoiro en dirección a la Oficina de Acogida del Peregrino para presentar nuestras credenciales, responder al interrogatorio y recibir nuestras respectivas Compostelas, redactadas en latín, que dan fe de que hicimos el Camino habiendo cumplido los requisitos. Al mediodía asistimos a la Misa de acogida al peregrino dentro de la impresionante catedral y presenciamos, atónitos, el acto del botafumeiro. Un inmeso y pesado incensario, hecho de latón y bronce con un revestimiento de plata, sostenido desde el techo por un grueso cabo marinero enrrollado en una gran polea, cuyo extremo suelto es halado enérgicamente por un grupo de hombres con sótanas rojas conocidos por el nombre de tiboleiros. El espectáculo es impresionante, porque el incensario se balancea vertiginosamente, con un movimiento pendular, de una punta a la otra del techo de la nave mayor de la catedral. Finalmente, subimos a "tocar al Santo" e hicimos un recorrido por el templo, contemplando sus detalles arquitectónicos y artísticos.

Antes de la despedida, nos fuimos todos a celebrar en el Restaurante O Gato Negro, en la Calle Raiña, una marisquería donde comimos una variedad de pescados y mariscos, y nos deseamos ¡Buen Camino! brindando con un exquisito Albariño.


Dulce en actitud contemplativa antes de iniciar nuestra caminata

Aún con la duda de si seré capaz de llegar andando hasta Santiago de Compostela



Pequeña iglesia románica con campanario y cementerio adjunto.

Cristina Courty en el Albergue Municipal de O Cebreiro
Dulce y Cristina, emprendiendo el Camino de O Cebreiro a Triacastela

Tejados

Una familia que salió de su casa en Bélgica con sus dos pequeños hijos y un par de mulas. Su plan era llegar hasta el Santuario de Fátima. Junto a ellos, a la derecha, Antonio Navarro Martínez y Jeroen Beuckels.

Los hermanitos belgas y una de sus mulas

Iglesia de Triacastela

Vacas consentidas

Campiñas y aldeas donde predomina el verde en todos sus matices


Mujeres gallegas preparando la tierra para cultivar zanahorias, coles y frexeles (judías verdes)

De allá abajo venimos

Luis Enrique, un auténtico deportista

María Gabriela, bordón en mano

A partir de aquí faltan 100 kms. (como indica el mojón) hasta Santiago de Compostela

Puente medieval sobre el río Iso, en la entrada de San Xoan de Furelos, en el Municipio de Melide.

Piedad y Manolo

El Cristo del brazo caído en la iglesia de Furelos

Mujer en el poyo de su casa, desenvainando judías

El pulpo en el tobo, esperando su turno
Fachada de la iglesia de Portomarín

Todos buena gente y divertidos

Antonio, Piedad, Onofre, Alejandro, María Gabriela, Virginia, Dulce, Manolo, José Antonio, Luis Enrique, Rogério, Felicidad, Carmen y Liliana


Onofre, Dulce, Luis Enrique, María Gabriela, Manolo, Felicidad, Piedad, Virginia, Antonio, Rogério, Norberto y Eva



¡Xa Chegamos! Manolo, Felicidad (de espaldas, hablando con Carmen), Piedad, Rogério (con su camiseta-bandera de Brasil) y Norberto.
Fachada de la catedral de Santiago de Compostela
El Santo
Dulce y Gabusha intercambiando impresiones

Felicidad

José Antonio

Luis Enrique, fresco como una lechuga

Gabusha con sus zapatos de Manacho (al final los echó en un contenedor en una de las calles de Santiago de Compostela)

Todos en Santiago (foto cortesía de Carmen Oses)


A mis amigos del Camino

Este largo camino
que empieza donde acaba y viceversa,
me ha dejado ampollas en los pies
y la espalda cruzada de abrazos.

Este periplo de trillas y colinas,
polvo y rocío, aldeas y campanarios,
es como un óleo de agrestes pinceladas
colgado en el paisaje.

En mi morral se juntan otros pasos,
los secretos del hórreo,
el tañido románico del tiempo,
el murmullo sutil de los arroyos.

Mi bordón es un chopo mal tallado
a punta de navaja
en el que vibran mis viejas cicatrices.

Nadie vuelve a la puerta de su casa
siendo el mismo de antes.
El final del Camino es apenas el principio del viaje.

Santiago de Compostela, 24 de junio de 2002

2 comentarios:

Carmen Oses dijo...

Buenos dias querida amiga,que bonitos recuerdos gracias por tu blog y por poderlo leer. Que bonito regalo,recordar el maravilloso viaje vivido y compartido con todos vosotros, gracias de nuevo este bonito momento, gracias por estas lagrimas de emocion, gracias por haber empezado a "vivir" con todos ustedes. Un abrazo
Estoy ya con la foto en curso ,espero mandartela pronto.

malena dijo...

esta chica (la autora de este blog) es mi AMIGA, ¿a que tengo muuucha suerte?. Me ha encantado esta reseña de tu bitácora personal ¡Gracias Santiago¡

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