31/5/13

Las piedras del pasado maya

El principio del mundo se gestó en una piedra
Si a usted le atraen las piedras tanto como a mi, entonces tiene que dar el salto hasta esta región, en el triángulo conformado por los estados de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en el territorio mesoamericano, que comprende gran parte del Sur y Sureste de México, y por el Sur hasta Guatemala, Belice y Honduras, donde se encuentran los sitios arqueológicos más importantes de lo que fue la civilización maya desde sus orígenes, en el año 1000 antes de Cristo, hasta su extinción definitiva alrededor del 900 de nuestra era.

El poco tiempo del que disponía sólo me alcanzó para conocer las ruinas de Edzná y Calakmul. Puedo asegurar que valió la pena pagar la penitencia a causa de la elevada temperatura y la caminata de casi una hora a través de senderos de piedra y en el mero corazón de la selva, porque la sensación que se experimenta y las impresiones que se perciben en ambos sitios son realmente singulares. Tanto, que para cuando escribo estas líneas, ya no me importan los chorros de sudor que dejé a mi paso, ni las asperezas del camino, ni el incesante estribillo de los conservacionistas que protegen con tanto celo y sobradas razones la intrincada y bendita reserva de la biosfera de Calakmul. 

Una vez que estuve en medio de aquellas construcciones inmensas y sagradas, en ningún momento pude dejar de imaginar cómo sería la rutina de aquellas personas, de qué hablarían mientras se ocupaban de toda la parafernalia del embalsamamiento y la sepultura de sus muertos, si tendrían sentido del humor, si pulularían los chismes en la comunidad, si en el hogar la familia seguiría ciertas reglas de jerarquía y respeto en su trato cotidiano, de qué manera las mujeres asumirían la menstruación, las relaciones sexuales, el embarazo y el parto, si la infidelidad sería un problema, si ocurrían crímenes pasionales, de qué manera se divertían, cuánta influencia tendría la opinión de las esposas y los hijos en las decisiones domésticas y quizás, incluso, en la propia comunidad, cómo expresaban sus sentimientos y emociones... ¡Hay tantas cosas que desearía saber acerca de esa gente! El conocimiento que revelan las piedras, las tumbas, los huesos, las vasijas, los templos, las estelas, los restos de orfebrería y otros tantos hallazgos, es inestimable, pero no llega a satisfacer mis muchas interrogantes respecto de la vida íntima, trivial y normalita de aquellos seres.













 

































23/5/13

Colores y sabores campechanos

Un viaje de trabajo a Campeche, México, entre finales de mayo y principios de junio, dio para mucho, porque después de cumplir con mis obligaciones, mis amigas Mirlene y Dea tuvieron la gentileza de llevarme a conocer algunos sitios bien interesantes del estado de Campeche, situado al suroeste de la Península de Yucatán y al sureste de México.

San Francisco de Campeche
La villa de San Francisco de Campeche, fundada en 1540 por Francisco de Montejo "el Mozo", se construyó al lado del antiguo pueblo maya Ah Kim Pech, y debido al constante asedio y a las irrupciones de piratas y corsarios, fue al principio una ciudad fortificada por una muralla hexagonal irregular con ocho baluartes. Campeche tuvo en el siglo XVI un excelente auge comercial y porturario, y en 1777 recibió el título de "ciudad" por decreto del rey Carlos III de España. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1999, hoy en día es una urbe multicultural que avanza con moderado entusiasmo por los entresijos de la modernidad, y cuya historia remonta, como en la mayoría de los países de América Latina, a la conquista y colonia españolas, evidente sobre todo en el planeamiento urbanísitico y en la arquitectura. 

El ambiente campechano es apacible, llano, cordial, y atmosféricamente hablando, caluroso y húmedo, pues costea la Bahía de Campeche a lo largo de diez kilómetros de un malecón desde donde se contempla un mar de aguas poco profundas que apenas se mueven. Ese paisaje me engañó a primera vista, porque su fondo de rocas y arenas no permite la navegación ni el atraque de embarcaciones de mediano o gran calado, y tampoco es posible bañarse en dicha ensenada, a causa de su añeja contaminación.

A pesar del intenso calor y de la pegajosa humedad, anduve a las horas menos convenientes por las angostas callejuelas del centro histórico de Campeche, pues no quería perder la oportunidad de admirar las fachadas, puertas y ventanas de las casas viejas, remozadas y pintadas con colores vivos, visitar los templos antiguos y observar la cotidianeidad de sus habitantes, que transcurre en dimensiones paralelas, pero distintas: mientras en el casco de la ciudad la gente parece andar en cámara lenta, rodeada de quietud y de silencio, indiferente al vaporón del clima, en los extramuros las calles vibran con la velocidad de los coches, el bullicio de los comercios y mercados, y el paso acelerado de los peatones. Sólo entre la una y las cuatro de la tarde, una calma relativa ofrece a los campechanos una pausa para almorzar y dormir la siesta. Es una locura andar por la calle durante esas horas, lo comprobé personalmente, y terminé recostada a la sombra del muro del antiguo Templo de San José, cual estampa viva de la archifamosa imagen del mexicano agachado junto a un maguey y metido hasta los hombros en un sombrero de ala ancha. La próxima vez que escuche a alguien decir que los mexicanos son flojos, lo voy a mandar directo a Campeche entre mayo y junio para que sepa lo que es cantar rancheras a media tarde en el malecón.

Antojos y "jartadas"
Durante mi estadía, las recomendaciones de Mirlene y Dea me permitieron disfrutar y devorar cuanto condumio me presentaron: tamales colados, garnachas de chicharrón, cochinita pibil, totopos con guacamole, panuchos de relleno negro, mole poblano, pan de cazón, tortas de calamares, especialidades de jaiba, camarones y patas de cangrejo, ¡ufff!, un montón de antojitos y platos full colores y sabores explosivos, aderezados siempre -cuando digo siempre, es siempre- con una variedad increíble de chiles, desde los que pellizcan el paladar hasta los que asan el esógafo. También asistí, gracias a la invitación de Marlene Pérez, en la Muestra Gastronómica que se efectuó en el Instituto Campechano en el marco de la celebración de la "Semana Cultural y Gastronómica", donde hice pantagruélico honor al ceviche, a los panuchos de relleno negro y a un mousse de cangrejo delicioso.

Mis impresiones sobre las excursiones a los sitios arqueológicos de Edzná y Calakmul aparecen en el post "Las piedras del pasado maya", la visita al Museo Arqueológico de Campeche, sito en el Fuerte de San Miguel, en el post "Reliquias mayas y fortificaciones", y el paseo al Cenote Azul y la Laguna de Bacalar en el post "El Centote y la Laguna".

Itinerario



Ver México 2013 en un mapa más grande

CALLES Y CASAS DE CAMPECHE







En el sitio que ocupa esta glorieta en forma de kiosco, en la Plaza de la Independencia, estuvo originalmente una fuente conocida como "Las Tres Gracias" (1914) y que el pueblo llamaba "La lata de pan" por su parecido con los recipientes que aún se usan para vender dicho producto.

Catedral Concepción de la Virgen Santa María Señora Nuestra de Campeche. Esta obra fue construida por etapas: en 1760 se erigió la torre del lado del mar llamada "La Española" y se colocó el primer reloj público; en 1845 se colocó el piso de mármol en su interior; en 1850 se construyó la otra torre llamada "La Campechana"; en 1887 se colocan los mosaicos azules y rojos del atrio; y en 1896 se coloca el enrejado que la rodea.

Devotos campechanos trabajando en una indumentaria para la Virgen.

Altar mayor hecho de mármol poblano, construido por orden del Obispo Mendoza y Bedolla en 1956.

Interior de la Catedral vista desde la antesala del altar mayor. La nave es una austera bóveda de cañón corrido en cruz latina. En lo que se denomina el crucero, se eleva una cúpula de ocho gajos sobre un tambor con vidrieras en medio de cada una de sus ocho caras.

Esta puerta da hacia un patio interior donde se observan unos nichos.


Nichos funerarios en el patio de la Catedral
Antiguas campanas de la Catedral

Entrada principal de la Catedral con frente a la Plaza de la Independencia y diagonal al antiguo Palacio Municipal


Fachada superior de la Catedral

Fachada del Templo y antiguo Convento de la Tercera Orden, situado donde antes estuvo el convento franciscano de La Mejorada; a partir de 1724 estuvo aquí un convento intramuros de la orden seráfica llamado San Francisquito, que luego pasó a manos de la Tercera Orden. Actualmente es propiedad pública y alberga los más valiosos objetos de arte sacro de Campeche.


Fachada de la famosa "Casa Nº 6" en la calle 57 (antes Hidalgo), frente a la Plaza de la Independencia, hoy convertida en un centro cultural.

Interior de la Casa Nº 6, restaurada y redecorada de acuerdo a los usos de los siglos XVIII y XIX, ofrece una idea aproximada del estilo de las casas señoriales campechanas de aquella época.



















Patio interior de la Casa del Teniente Rey, situada en el Nº 36 de la Calle 59, desde donde se observa la espadaña de la Iglesia del Dulce Nombre de Jesús. La casa fue construida a finales del siglo XVIII con materiales de cal y canto. Actualmente es la sede del Instituto Nacional de Antropología e Historia.




Interior de una casa campechana vista a través de una ventana. Esta foto la tomé "colando" la cámara por entre las rejas de dicha ventana.








Mi breve estadía coincidió felizmente con la exposición "Alas de la ciudad" del artista mexicano Jorge Marín, compuesta por nueve esculturas enormes de bronce que ornamentaron las calles 53 y 39 del casco histórico de Campeche.




Puerta de Tierra, construida con piedra de cantera y sascab (sahkab en maya, que significa "tierra blanca") en 1732 por orden del entonces Gobernador de Yucatán, don Antonio de Figueroa

Cañón francés en la Puerta de Tierra

Cantina en la esquina frente a la Puerta de Tierra


TRAJES CAMPECHANOS





MERCADO MUNICIPAL PEDRO SAINZ DE BARANDA











EXPLOSIÓN DE SABORES

No estoy ebria, sino cansada del viaje de Caracas a México D.F. y de allí a Campeche, en un trayecto aéreo que duró casi más horas que kilómetros hay de distancia entre los puntos de partida y de llegada. Pedí café y me trajeron una "chela" para darme la bienvenida.