24/1/13

Un paseíto por Rio

El final de la feliz travesía en el "New Life" me puso de vuelta en tierra firme, de Angra dos Reis a Rio de Janeiro, donde estuve tres días como si hubiesen sido dos, porque al día siguiente de mi llegada llovió sin parar. Aproveché para leer y dormir más de una siesta, aunque todavía "el mundo se mecía" para mi.

No había estado nunca en la cidade maravilhosa, pero era desde siempre uno de esos sitios que sabes que algún día tendrás que visitar. Pues, bien, allí estaba yo, hospedada en El Misti Hostel Rio, en Rua Tonelero, 197, en el corazón de Copacabana, un hostal de dormitorios compartidos en cinco literas, con baños también compartidos, una cocina abierta de uso común donde cada cual puede preparar su propia comida, un comedor y un lobby-cyberbar-reception en el que durante dieciocho horas diarias ininterrumpidas se escuchaba la mejor música de jazz, reaggy, new age y pop classic que existe. Los huéspedes de este tipo de alojamiento son, en su mayoría, estudiantes universitarios de distintos lugares del mundo, que vienen a Rio en busca de emociones tropicales y aventuras a la carta. En esa cofradía de veinteañeros, estábamos cinco adultos contemporáneos, a caballo entre las décadas 60 y 80, mochileros por costumbre y convicción, que haciendo caso omiso de las categorías, nos atrevemos a pernoctar en sitios como el mencionado y nos divertimos de lo lindo conociendo y compartiendo con chicos que podrían ser nuestros hijos. Por otra parte, el precio por noche y desayuno es más que solidario para el bolsillo de cualquier trotamundo, y ofrecen un excelente servicio de paseos turísticos y traslados a diversos puntos de la ciudad.

La ciudad no me impresionó en lo absoluto. Es inmensa, tiene muchas zonas verdes, vibra de día y de noche, las playas y la movida nocturna son el atractivo principal, pero es una urbe como cualquiera otra de América Latina: tráfico constante, conductores locos, nativos ocupados, turistas despreocupados, calles con baches, basura desparramada, ranchos de latón -chabolas- en los cerros -favelas-, policías de punto en zonas concurridas, delincuentes a la zaga, fallas en los servicios... En fin, Rio me pareció tan caótica como Caracas, pero con más opciones de esparcimiento y mejores precios que ésta.

Aproveché mi breve estadía para subir al Pao de Açúcar, visitar el Mirante de Corcovado y ver la estatua del Cristo Redentor en el Parque Nacional de Tijuca, dar una vuelta por el barrio bohemio Santa Teresa, acercarme a la famosa Escalera de Selarón, darme un chapuzón en la playa de Copacabana y recorrer algunos sectores de la ciudad en autobús.




Larga cola para entrar en el Parque Nacional de Tijuca

A medio camino de la entrada






Vista del Puente Presidente Costa e Silva, más conocido por Puente Río Niterói, en la Bahía de Guanabara


Al fondo el Pão de Açúcar

Bahía de Guanabara
Barrio Santa Teresa, inicialmente (siglo XVIII) habitado por la clase alta de la sociedad carioca
 



Mural en el que se ve el bondinho, tren eléctrico que circula por el Barrio Santa Teresa y el último que queda en Brasil

Obras de arte hechas con materiales de reciclaje








Catedral Metropolitana de Rio de Janeiro o Catedral de São Sebastião do Rio de Janeiro, diseñada por el arquitecto Edgar de Oliveira da Fonseca, construida entre 1964-1976, tiene 75 mts. de altura

La catedral mide 96 metros de diámetro interno

Una de las miles de favelas de Rio de Janeiro, que en nada se diferencia de los cerros caraqueños






  

     

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